Jean Claude Ellena para Harper´s Bazaar.



Desde que hago perfumes, he aprendido e inventado aproximaciones olfativas como si fueran las primeras frases, las primeras notas de música, las primeras imágenes que trabajamos intensamente para despertar el deseo del lector, del oyente, del espectador con el fin de que le apetezca ir un poco más allá. Así es como compongo mis perfumes, y así es como he creado la colección de perfumes-jardín, que nacen de mis cuadernos de viaje.
El primero fue Jardín en Méditerranée. Había sido invitado a conocer el jardín de Leila Menchari, la directora de  decoración de Hermès y leyenda viva de la casa en Túnez. Llegué sin ninguna idea del perfume que iba a hacer. Mis noches eran sofocantes. Dormía poco, aunque el jardín me soplaba a la nariz los olores de los naranjos, de los laureles rosa, de lirios de mar. Sentía estos olores como trampas olfativas. No podía ser el perfume del mediterráneo. La idea nació de un gesto que una joven hizo arrancando una hoja de higuera. La estrujó, se la llevó a su nariz y tuvo una hermosa sonrisa que capté para crear este perfume.
El segundo viaje me llevó a Asuán, a la orilla del Nilo. El tema del año de la casa Hermès era el río. Llevaba los bocetos de un perfume que estaba creando y me gustaba mucho, y una frase que memoricé y me rondaba por la cabeza desde que leí "El Gatopardo", de G.T.Lampedusa: "Quien vive cerca del Nilo niega los paraguas pero desconfía de los cocodrilos". Me gustaba esa frase que nos invitaba a cambiar nuestro punto de vista. Después de una etapa en el Cairo, llegué a Asuán. La luz era viva, el aire ardiente, el viento seco pero no había olores salvo los del alquitrán y el queroseno. 
En busca del menor indicio de olor, lo que pacientemente había elaborado, no miraba nada. La belleza del Nilo me era ausente. Me sentía secuestrado por mi creación, preso de mis certezas, y de los "a priori" que había puesto en el frasco. Me faltaban dos días para resignarme a decir adiós a mis trabajos, para que mis sentidos se descubrieran. Pero paseando a lo largo de una avenida de mangos nació la idea del jardín sobre el Nilo.
Por elección soy un viajero inmóvil. Mis viajes son interiores. Ir al descubierto de un nuevo país, en busca de un nuevo jardín, es para mí una prueba. Para abrirme el apetito miro mapas, leo libros, pero entiendame: cuando se es perfumista no se puede solo ver mapas, y guías. Mis instrumentos de medida son mis sentidos y  como son engañosos, también me gusta llevarlos a mi terreno. Así es como, para el tema de la India, opté por irme a Kerala, un paraíso en la tierra donde pensaba encontrar mi fuente de inspiración.
Era mayo. Descubrí un gran jardín bajo el monzón. A veces la lluvia se hace discreta. Este gran jardín retoma su respiración. La hierba se agita, las hojas se vuelven más verdes, los árboles se incorporan, las corolas de flores se despliegan. Acerco tímidamente mi nariz para no precipitar nada. El olor renace vivo, frío, chispeante, mojado. Así fue el Jardin après la Mousson (jardín después del monzón) que puse en frasco.
¿Había viajado demasiado?. Pero este año, decidí quedarme en París y hacer aflorar un jardín secreto, un jardín en el tejado del 24 Faubourg Saint Honoré, de la casa Hermès. Este jardín se llama Jardin sur le Toit. 
Pero no concibo el deseo si no es compartido y no veo como podría ser de otro modo sino como un deseo egoísta que tan solo vivirá un instante.


¿Quién dice que el amor no es ciego?

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